Un hombre que conducía por una carretera comarcal se vio obligado a detenerse ante un charco gigante que cubría toda la calzada.
Al mirar a un lado de la carretera, el hombre vio a un granjero apoyado en una valla.
“¿Es seguro cruzar?”, preguntó el hombre.
“Creo que sí”, respondió el granjero.
El charco envolvió inmediatamente el coche del hombre.
De hecho, era tan profundo que tuvo que bajar la ventanilla para salir nadando del coche y volver a la superficie.
Al asomar la cabeza fuera del agua, el hombre le dice al granjero: “¡Creía que había dicho que podía conducir con seguridad en este charco!
“Pues vaya”, responde el granjero, rascándose la cabeza.
“¡Sólo llegaba a la altura del pecho de mis patos!