El marido de una mujer había estado en coma durante varios meses,
pero ella había permanecido junto a su cama todos los días.
Un día, cuando volvió en sí, le hizo señas para que se acercara.
Cuando ella se sentó a su lado, él le susurró con los ojos llenos de lágrimas: “¿Sabes qué?
Has estado conmigo en las buenas y en las malas.
Cuando me despidieron, me apoyaste.
Cuando mi negocio fracasó, estuviste ahí. Cuando me dispararon, estuviste a mi lado.
Cuando perdimos la casa, te quedaste aquí. Cuando mi salud empezó a fallar, siempre estuviste a mi lado.
¿Sabes qué?” “¿Qué, cariño?”, pregunta ella suavemente, sonriendo mientras su corazón empieza a calentarse.
“Creo que no tienes suerte”.