Tres hermanas deciden casarse el mismo día para ahorrar a sus padres el coste de bodas separadas.
Para reducir aún más los gastos, las tres hermanas decidieron pasar la noche de bodas en casa.
Esa noche, su madre no podía dormir y fue a la cocina a tomar una taza de té.
De camino, pasó de puntillas por delante de la habitación de su hija mayor y la oyó gritar.
La madre pensó: “Es normal, sobre todo en una noche de bodas”.
Entró de puntillas en el dormitorio de su segunda hija mayor y la oyó reír.
Sonrió para sus adentros: “Eso también es normal”.
Por último, se deslizó hasta el dormitorio de su hija menor, donde no oyó nada, pero lo ignoró.
A la mañana siguiente, en la cocina, después de que los maridos hubieran salido,
la mujer preguntó a su hija mayor por los ruidos de la noche anterior.
“Mamá”, respondió ella, “siempre decías que si me dolía algo, debía gritar”.
“Tienes toda la razón, cariño,
“le aseguró la madre, antes de dirigirse a su hija mediana.
“¿Por qué te reías?”, le preguntó.
“Siempre decías que si me hacía cosquillas, me reía”, respondió ella.
“Eso es verdad, cariño. La madre sonrió, recordando sus días de joven novia.
“Ahora te toca a ti, cariño”, dijo, volviéndose hacia su hija menor.
“¿Por qué había tanto silencio en tu habitación anoche?
“Mamá, ¿no te acuerdas? Siempre me decías que no ja