Dos tipos salieron del bar tras una larga noche de copas, subieron al coche y lo arrancaron.
Al cabo de unos minutos, un anciano apareció en la ventanilla del copiloto y dio unos ligeros golpecitos.
El pasajero gritó: “Mira por la ventanilla. Ahí está la cara de un viejo fantasma”.
El conductor acelera, pero la cara del anciano permanece en la ventanilla.
El pasajero bajó la ventanilla hasta la mitad y, asustado, dijo: “¿Qué quiere?”.
El anciano respondió en voz baja: “¿Tiene tabaco?
El pasajero le dio un cigarrillo al anciano y gritó “¡písale!” al conductor, subiendo la ventanilla aterrorizado.
Unos minutos después se calmaron y empezaron a reír de nuevo.
El conductor dijo: “No sé qué ha pasado, pero no te preocupes, ahora vamos a 80”.
De repente, una luz dio en la ventanilla y el anciano reapareció.
“Ahí está otra vez”, gritó el pasajero. Bajó la ventanilla y dijo tembloroso: “¿Sí?”.
“¿Tiene fuego?”, preguntó tranquilamente el anciano. El pasajero tiró un mechero por la ventanilla y dijo: “¡Acelera!
Viajaban por el suelo a unos 160 kilómetros por hora, intentando olvidar lo que acababan de ver y oír, cuando de repente se oyeron aún más golpecitos.
“¡Dios mío! Ha vuelto!” El pasajero bajó la ventanilla y gritó aterrorizado: “¿Y AHORA QUÉ?
El anciano respondió en voz baja:
“¿Quiere ayuda para salir del barro?”.