Un coche fúnebre negro iba seguido de un segundo coche fúnebre negro a unos 15 metros del primero.
Detrás del segundo coche fúnebre iba un italiano solo paseando a un perro con correa.
Detrás de él, a poca distancia, unos 200 hombres caminaban en fila india.
El judío enarcó las cejas. Nunca había visto nada igual: dos coches fúnebres y cientos de hombres marchando en fila.
Y al cabo de un momento le picó la curiosidad.
Se acercó respetuosamente al italiano que paseaba al perro y le dijo:
Siento mucho su pérdida, y tal vez sea un mal momento para molestarle, pero nunca he visto un funeral italiano como este.
¿De quién es el funeral?”.
“De mi mujer”.
“Ya veo, mis condolencias. ¿Qué le ha pasado?”
“Me gritó, y de repente mi perro la atacó y la mató”.
Preguntó además: “Ah.
¿Y quién va en el segundo coche fúnebre?
“Mi suegra. Vino a ayudar a mi mujer y el perro se volvió contra ella y también la mató.
Fue un momento muy conmovedor y emotivo de fraternidad judía e italiana.
Se hizo el silencio entre los dos hombres.
El judío preguntó entonces: “¿Me prestas el perro?
El italiano respondió: “Ponte a la cola.