Tu perro no me deja ir a mi coche

Tommy fue a visitar a su abuelo de 90 años a una zona rural muy aislada de Virginia Occidental.

Tras una agradable velada de conversación, el abuelo de Tommy le preparó un desayuno a base de beicon, huevos y tostadas.

Al mirar su desayuno, Tommy notó una sustancia parecida a una película en su plato y le preguntó a su abuelo

“¿Están limpios estos platos?

Su abuelo respondió: “Están tan limpios como el agua fría puede dejarlos”. Anda, termina de comer, Tommy.

Para comer, el viejo ha preparado hamburguesas.

Una vez más, Tommy está preocupado por los platos porque los suyos parecen tener pequeñas manchas en el borde que parecen huevos secos y pregunta

“¿Seguro que estos platos están limpios?

Sin levantar la vista, el anciano responde: “Ya te lo he dicho, Tommy, estos platos están tan limpios como el agua fría puede dejarlos.

Ahora no te preocupes, ¡no quiero oír nada más al respecto!”.

Esa misma tarde, Tommy se dirigía a un pueblo cercano y, cuando se marchaba, el perro de su abuelo empezó a gruñir y no le dejaba pasar.

Tommy aulló y dijo: “Abuelo, tu perro no me deja llegar a mi coche”.

Sin apartar la atención del periódico deportivo que estaba leyendo, el anciano gritó: “Coldwater, ¡¡¡vete a la cama, me oyes!!!”.