Un hombre sufrió un grave infarto mientras compraba en una tienda.
El empleado de la tienda llamó al 112 al verle desplomarse en el suelo.
Los paramédicos trasladaron al hombre al hospital más cercano, donde fue sometido a una operación urgente de bypass a corazón abierto.
Cuando despertó, estaba al cuidado de las monjas del hospital católico.
Una monja estaba sentada junto a su cama, con un portapapeles lleno de formularios y un bolígrafo.
Le preguntó cómo iba a pagar el tratamiento.
“Le preguntó si tenía seguro médico.
Él respondió con voz ronca: “No tengo seguro médico”.
La monja le pregunta: “¿Tiene dinero en el banco?
Él responde: “No tengo dinero en el banco”.
¿Tiene algún familiar que pueda ayudarle a pagar?”, le preguntó la monja irritada.
Él respondió: “Sólo tengo una hermana solterona, y es monja”.
La monja se irritó y anunció en voz alta: “¡Las monjas no son solteronas! Las monjas están casadas con Dios”.
El paciente responde: “Perfecto. Envíe la factura a mi cuñado”.