El pequeño Johnny vuelve a casa de la escuela católica con un ojo morado.
Su padre lo ve y le dice: “Johnny, ¿cuántas veces tengo que decirte que no te pelees con los otros chicos?
“Pero papá, no ha sido culpa mía. Estábamos todos en la iglesia rezando nuestras oraciones.
Todos nos pusimos de pie y mi maestro, delante de mí, tenía la túnica en la raja de la espalda.
Me acerqué y se la quité. Fue entonces cuando me pegó”.
“Johnny”, dijo el padre. “No hacemos ese tipo de cosas a las mujeres”.
Al día siguiente, Johnny llegó a casa con el otro ojo azul y negro.
El padre de Johnny le dijo: “¡Johnny, creía que ya habíamos hablado!”.
“Pero papá”, dijo Juanico, “no fue culpa mía. Estábamos en la iglesia rezando nuestras oraciones.
Todos nos pusimos de pie y mi maestra, delante de nosotros, tenía el vestido en la parte de atrás.
Bob, que estaba sentado a mi lado, lo vio y se lo quitó.
Yo sé que a ella no le gusta eso, ¡así que me lo volví a poner!