Es 1957 y Bob va a recoger a su novia, Peggy Sue.
El padre de Peggy Sue le abre la puerta y le invita a pasar.
Le pregunta a Bob qué piensan hacer en su cita.
Bob responde amablemente que probablemente irán a la tienda de malta o al cine.
El padre de Peggy Sue sugiere: “¿Por qué no vas y te diviertes?
He oído que todos los chicos lo hacen”. Bob se sorprende.
“¿Disculpe, señor?” “Oh, sí, a Peggy Sue le gusta mucho. Lo haría toda la noche si la dejáramos”.
Peggy Sue baja las escaleras y anuncia que está lista para irse.
Unos veinte minutos más tarde, Peggy Sue, completamente desaliñada, vuelve corriendo a la casa, cierra la puerta tras de sí y le grita a su padre,
“¡Papá! ¡El giro! Se llama giro”.