Tras licenciarse, un joven médico quiere trabajar en un hospital,
pero no encuentra trabajo, así que con un poco de esfuerzo decide abrir su propia consulta médica privada.
En la puerta principal, coloca un gran cartel con la siguiente inscripción: “La cura cuesta
La cura cuesta 25 euros; si no funciona, se le devolverán 100 euros”.
Un abogado ve el cartel e inmediatamente piensa que es una buena oportunidad para embolsarse 100 euros fácilmente, y le dice:
“Doctor, he perdido el sentido del gusto…”.
El médico se dirige a su enfermera: “Coja el medicamento de la caja.
12 y administre 3 gotas en la lengua”.
La enfermera obedece y el abogado empieza a toser para expulsar lo que ha ingerido:
“¡Escupe, escupe, escupe, pero es gasolina!”.
Médico: “¡Exacto, enhorabuena! Ha funcionado, ha recuperado el gusto, son 25 euros, gracias”.
Muy irritado, el abogado paga y se marcha, pensando en vengarse… Efectivamente, al día siguiente vuelve a ver al médico.
El abogado: “Doctor, he perdido la memoria, no recuerdo nada…”.
De nuevo, el médico se dirige a su enfermera: “Coja el medicamento de la caja 12 y adminístrese 3 gotas en la lengua”.
El abogado, más irritado que nunca: “¡NO! Ahí hay gasolina, ¡usted me la dio ayer!”.
El médico: “¡Enhorabuena! Ha recuperado la memoria, son 25 euros, gracias”.
El abogado está furioso, pero paga, preparándose cada vez más para una venganza ejemplar. Y al día siguiente, vuelve.
Abogado: “Doctor, veo mal y borroso, no consigo distinguir las cosas…
Doctor: “Lo siento, lo siento pero por este motivo no tengo ningún remedio que darle. Por favor, acepte los 100 euros”.
Los ojos del abogado empiezan a brillar, por fin lo ha conseguido, pero al alargar la mano para coger el billete que le ofrece el médico,
exclama: “¡Pero no son 100 euros, son 20 euros!
Y el médico: “¡Enhorabuena, ya no tiene problemas de visión! Son 25 euros, ¡gracias!