Una señora entra en una tienda de bisutería.
Curiosea por el local, ve una magnífica pulsera de diamantes y se acerca a examinarla.
Al agacharse para mirarlo más de cerca, corta la cuerda sin darse cuenta.
Muy avergonzada, mira nerviosa a su alrededor para ver si alguien se ha dado cuenta de su pequeño accidente y reza para que no aparezca enseguida un vendedor.
Cuando se da la vuelta, su peor pesadilla se materializa en la forma de un vendedor de pie justo detrás de ella.
Frío como una lechuga y totalmente profesional, el vendedor saluda a la señora con las siguientes palabras
Buenas tardes, señora. ¿En qué podemos ayudarla?
Muy incómoda, pero con la esperanza de que el vendedor no hubiera estado allí en el momento de su pequeño “accidente”, ella pregunta:
Señor, ¿cuál es el precio de esta bonita pulsera?
Él responde: “Señora, si se ha tirado un pedo con sólo mirarla, se va a cagar cuando le diga el precio.